martes, 24 de abril de 2007

Todos los nudos, un nudo: 100 años de Scouts

por Mons. Mario Aurelio Poli
Me parece que el escultismo pasó cien años jugando, armando y desarmando carpas, haciendo nudos y amarres compartiendo y sirviendo, escalando las montañas más altas y uniendo distancias de millones de caminos en el mundo; mientras tanto, los fogones campamenteros no dejaron enfriar el ideal de una fraternidad universal, cada vez más cercana.

En el verano de 1907, Sir Lord Robert Smith Baden Powell (B.P.) invitó a una veintena de muchachos al primer campamento-juego en la isla de Brownsea. Fue la primera experiencia scout, y de ese audaz ensayo resultó el método que haría felices a millones de jóvenes de todo el mundo durante el siglo xx.

De esa primera convivencia, surgiría un método fantástico, llamado a perdurar y crecer, hasta alcanzar una proyección insospechable. No está demás recordarlo: el escultismo nace en la marginalidad, en la periferia de una sociedad que no daba oportunidades a los muchachos que -como decimos hoy-, estaban fuera del sistema. B.P. confió en ellos y apostó a multiplicar los valores de cada uno de esos jóvenes, conociendo la capacidad de respuesta que los caracteriza.
Desde aquel campamento piloto hasta nuestros días, al escultismo no lo detuvo ninguna frontera cultural ni política, ni siquiera las dos grandes guerras del siglo xx impidieron su propagación por el mundo entero, porque basta que haya niños y jóvenes inquietos y audaces, capaces de compartir un ideal y de soñar e imaginar un mundo mejor, para que se encienda la chispa del juego y se mantenga latente la alegría del servicio.

Entre tantas enseñanzas que espigo de mi itinerario scout, una de las más entretenidas es el útil aprendizaje de los nudos y su aplicación más inmediata que son los amarres Escultismo para muchachos, B.P. dice que una vida puede depender de un nudo bien hecho. Un nudo bien hecho, es uno que puede resistir cualquier esfuerzo y sin embargo, puede deshacerse con facilidad...

Los nudos y amarres son parte apasionante de la propuesta educativa del escultismo, y cuando los nudos se combinan con los juegos en los campamentos, ocurre algo maravilloso. Con ellos se construyen puentes que unen orillas y achican distancias; también se construyen mástiles, mangrullos y escaleras para ganar alturas. La habilidad de nuestras manos y una buena soga pueden hacer cosas memorables, como un puente colgante. Pasarlo temblando, es una experiencia de adrenalina pura... Será por su gran utilidad y versatilidad que nos dan pie, analógicamente se entiende, para entrever su sentido espiritual. Atar y desatar, amarrar y liberar, dicen y sugieren actitudes del corazón humano –miserias y grandezas–, y nos ayudan a comprender a las personas y a convivir en el gran juego de la vida.

El último nudo que aprendí es el que me sujeta la toalla a mi cintura durante el rito del lavatorio de los pies el Jueves Santo. Lo repito año tras año cuando conmemoramos la Última Cena y Primera Eucaristía, en la que el Maestro realizó a sus discípulos el servicio que habitualmente estaba a cargo de los esclavos de la casa. Él mismo tomó la condición de esclavo (Flp 2, 7); todos recordaron con este sencillo gesto lo que ya les había anunciado: El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28). Es el mejor ícono de la doctrina del servicio: Jesús arrodillado ante cada apóstol para hacerles el servicio de la salvación. Cuando terminó la tarea, mirándolos a los ojos les preguntó: ¿Comprenden los que acabo de hacer? Ustedes me llaman "el Maestro" y "el Señor", y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros (Jn 13, 12-13). Al terminar, en ese contexto les entregó el mandamiento nuevo del amor. El nudo aquel pasó inadvertido, pero lo más lindo es que ha quedado su significación espiritual. Sí, desde que el Señor hizo el gesto de infinita humildad, precisamente antes de morir por nosotros en la cruz, dejó anudado para siempre en el corazón de sus amigos, el amor y el servicio al prójimo. El sello es inconfundible: sus discípulos se distinguirán sólo si son capaces de hacer lo mismo con sus hermanos, los hombres.

El paso del tiempo y la falta de práctica hacen que los nudos se nos olviden y también su aplicación. Pero si hay un nudo que no podemos olvidar es el nudo del dirigente, el que rememora a aquel otro que ciñó la toalla al cuerpo humano y divino del Señor. Y es tan fuerte el signo que nos dejó, que en cada encuentro o reunión, el Maestro nos pide que lavemos los pies a quienes ha puesto a nuestro cuidado: sirviéndolos con amor, jugando con entusiasmo, acompañándolos en el camino que vamos a hacer juntos, brindándoles los valores superiores del espíritu humano, con gestos, palabras y entregas de corazón, de tal modo que, educándolos en la libertad, descubran el don del amor y la alegría del servicio. Quienes así entienden el escultismo van construyendo un puente fuerte y hermoso entre el Evangelio y el método scout, por donde van y vienen multitud de niños y jóvenes al encuentro de Cristo, “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6).

+ Mario Aurelio Poli
obispo titular de Abidda y auxiliar de Buenos Aires


Extracto del Mensaje de monseñor Mario Aurelio Poli,
en adhesión a los cien años del Escultismo Mundial.
Resumen para Xtianos por Mel Compitiello

Texto completo en aqui

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se me hizo un nudo en la espalda después de leer el texto... los scouts también se encargan de ese tipo de nudos?

Felicitaciones por el centenario.

Hay actividades o algo pensado a nivel diocesano?